Narradores:
David Sánchez Juliao
es colombiano nacido el 24 de noviembre de 1945 en Lorica, departamento de Córdoba, Colombia. Tiene formación en literatura, comunicaciones y sociología, con doctorados en la Universidad Simón Bolívar y la Universidad de Córdoba, y con estudios en CIDOC, Cuernavaca, México, en donde luego se desempeñó como profesor. Ha publicado novelas, cuentos, fábulas, historias para niños y testimonios escritos y grabados de viva voz con prestigiosas editoriales de Colombia y otros países. Ha sido varias veces premio nacional de cuento, lo mismo que de libro de cuentos y Premio Nacional de Novela Plaza y Janés con Pero sigo siendo el rey. De esta novela, como de otras de sus obras, se ha hecho una versión para televisión difundida ampliamente en muchas lenguas. Sus historias grabadas han merecido 5 galardones de Disco de Platino Sonolux y Disco de Oro M.T.M y las adaptaciones de sus obras para cine y televisión han merecido 17 Premios India Catalina en el Festival de Cine de Cartagena. Sánchez Juliao ha sido traducido a doce idiomas y ha residido, por razones académicas y diplomáticas, en cuatro continentes. Ha sido profesor invitado en universidades de Norte y Sur América, Europa, Asia, África y Oceanía, continentes en los cuales ha residido por años.
Fue embajador de Colombia en la India y en Egipto entre 1991 y 1995, países en los que, mientras ejercía sus funciones de Jefe de Misión Diplomática, se desempeñó como profesor universitario ad honorem. Obtuvo el Premio Internacional Dulcinea 2000 otorgado por la Asociación Cervantina de Barcelona. La Fundación Libros y Letras le otorgó el Premio Nacional de Literatura 2003 por Vida y Obra. En la actualidad prepara un nuevo libro sobre viajes, un primer libro de poemas y una nueva novela.
entre sus obras podemos encontrar:
- El arca de Noé (1976)
- Cachaco, palomo y gato (1977)
- El flecha
- Pero sigo siendo el rey (1983)
- Mi sangre aunque plebeya (1986)
- Buenos días, América (1988)
Gabriel García Márquez
nació en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población de Sucre, donde don Gabriel Eligio montó una farmacia y donde tuvieron a la mayoría de sus once hijos.
Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.
Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.
En ese colegio permaneció hasta 1936, cuando murió el abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres al sabanero y fluvial puerto de Sucre, de donde salió para estudiar interno en el colegio San José, de Barranquilla, donde a la edad de diez años ya escribía versos humorísticos. En 1940, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, una experiencia realmente traumática: el frío del internado de la Ciudad de la Sal lo ponía melancólico, triste. Permaneció siempre con un enorme saco de lana, y nunca sacaba las manos por fuera de sus mangas, pues le tenía pánico al frío.
Infancia y juventud
Hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán, Gabriel García Márquez nació en Aracataca, en el departamento del Magdalena, Colombia, «el domingo 6 de marzo de 1927 a las nueve de la mañana...», como refiere el propio escritor en sus memorias.
Cuando sus padres se enamoraron, el padre de Luisa, coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, se opuso a esa relación pues Gabriel Eligio García, que había llegado a Aracataca como telegrafista, no era el hombre que consideraba más adecuado para su hija, por ser hijo de madre soltera, pertenecer al Partido Conservador Colombiano y ser un mujeriego confeso. Con la intención de separarlos, Luisa fue enviada fuera de la ciudad, pero Gabriel Eligio la cortejó con serenatas de violín, poemas de amor, innumerables cartas y frecuentes mensajes telegráficos. Finalmente la familia capituló y Luisa consiguió el permiso para casarse con Gabriel Eligio, lo cual sucedió el 11 de junio de 1926 en Santa Marta. La historia y tragicomedia de ese cortejo inspiraría más tarde a su hijo la novela El amor en los tiempos del cólera.
Poco después del nacimiento de Gabriel, su padre se convirtió en farmacéutico y, en enero de 1929, se mudó con Luisa a Barranquilla, dejando a Gabriel en Aracataca al cuidado de sus abuelos maternos. Dado que vivió con ellos durante los primeros años de su vida, recibió una fuerte influencia del coronel Márquez, quien de joven mató a un hombre en un duelo y tuvo, además de los tres hijos oficiales, otros nueve con distintas madres. El Coronel era un liberal veterano de la Guerra de los Mil Días, muy respetado por sus copartidarios y conocido por su negativa a callar sobre la Masacre de las bananeras, suceso en el que murieron cientos de personas a manos de las Fuerzas Armadas de Colombia durante una huelga de los trabajadores de las bananeras, hecho que García Márquez plasmaría en su obra.
El coronel, a quien Gabriel llamaba "Papalelo", describiéndolo como su «cordón umbilical con la historia y la realidad», fue también un excelente narrador y le enseñó, por ejemplo, a consultar frecuentemente el diccionario, lo llevaba al circo cada año y fue el primero en introducir a su nieto en el «milagro» del hielo, que se encontraba en la tienda de la United Fruit Company.Frecuentemente decía: «Tú no sabes lo que pesa un muerto», refiriéndose así a que no había mayor carga que la de haber matado a un hombre, lección que García Márquez más tarde incorporaría en sus novelas.
Su abuela, Tranquilina Iguarán Cotes, a quien García Márquez llama la abuela Mina y describe como "una mujer imaginativa y supersticiosa" que llenaba la casa con historias de fantasmas, premoniciones, augurios y signos, fue de tanta influencia en GGM como su marido e incluso es señalada por el escritor como su primera y principal influencia literaria pues le inspiró la original forma en que ella trataba lo extraordinario como algo perfectamente natural cuando contaba historias y como sin importar cuán fantásticos o improbables fueran sus relatos, siempre los refería como si fueran una verdad irrefutable. Además del estilo, la abuela Mina inspiró también el personaje de Ursula Iguarán que, unos treinta años más tarde, su nieto usaría en Cien años de soledad, su novela más popular.
Su abuelo murió en 1936, cuando Gabriel tenía ocho años. Debido a la ceguera de su abuela él fue a vivir con sus padres en Sucre, población ubicada en el departamento de Sucre (Colombia), donde su padre trabajaba como farmacéutico.
Su niñez está relatada en sus memorias Vivir para contarla. Después de 24 años de ausencia, en 2007 regresó a Aracataca para un homenaje que le rindió el gobierno colombiano al cumplir sus 80 años de vida y los 40 desde la primera publicación de Cien años de soledad.
[editar]Educación
Poco después de llegar a Sucre, se decidió que Gabriel debía empezar su educación formal y fue mandado a un internado en Barranquilla, un puerto en la boca del Río de Magdalena. Allí adquirió reputación de chico tímido que escribía poemas humorísticos y dibujaba tiras humorísticas. Serio y poco dado a las actividades atléticas, fue apodado El Viejo por sus compañeros de clase.
García Márquez cursó los primeros grados de secundaria en el colegio jesuita San José (hoy Instituto San José) desde 1940, en donde publicó sus primeros poemas en la revista escolarJuventud. Luego, gracias a una beca otorgada por el Gobierno, Gabriel fue enviado a estudiar a Bogotá de donde lo reubican en el Liceo Nacional de Zipaquirá, población ubicada a una hora de la capital, donde culminará sus estudios secundarios.
Después de su graduación en 1947, García Márquez se fue a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad Nacional de Colombia, donde tuvo especial dedicación a la lectura. La metamorfosis deFranz Kafka «en la falsa traducción de Jorge Luis Borges» fue una obra que le inspiró especialmente. Estaba emocionado con la idea de escribir, no literatura tradicional sino en un estilo similar a las historias de su abuela, en las que se «insertan acontecimientos extraordinarios y anomalías como si fueran simplemente un aspecto de la vida cotidiana». Su deseo de ser escritor crecía. Poco después, publicó su primer cuento, La tercera resignación, que apareció en el 13 de septiembre de 1947 en la edición del diario El Espectador.
Aunque su pasión era la escritura, continuó con la carrera de derecho en 1948 para complacer a su padre. Después del llamado «Bogotazo» en 1948, unos sangrientos disturbios que se desataron el 9 de abril a causa del magnicidio del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, la universidad cerró indefinidamente y su pensión fue incendiada. García Márquez se trasladó a la Universidad de Cartagena y empezó a trabajar como reportero de El Universal. En 1950, desiste de convertirse en abogado para centrarse en el periodismo y se traslada de nuevo a Barranquilla para trabajar como columnista y reportero en el periódico El Heraldo. Aunque García Márquez nunca terminó sus estudios superiores, algunas universidades, como la Universidad de Columbia de Nueva York, le han otorgado un doctorado honoris causa en letras.
entre sus novelas y libros podemos encontrar:
- La hojarasca
- El coronel no tiene quien le escriba
- La mala hora
- Los funerales de la Mamá Grande
- Cien años de soledad
Cien Años de Soledad (Fragmento)
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. “Las cosas tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.” José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: “Para eso no sirve.” Pero José Arcadio Buendía no creía en aquél tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados... Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras...
José Felix Fuenmayor
(Barranquilla-Colombia; 1885-1966). Fue uno de los miembros fundadores, junto con el catalán Ramón Vinyes, del llamado "Grupo de Barranquilla". Que a partir de 1940 reunía en el pintoresco bar La Cueva a la nueva generación de jóvenes escritores barranquilleros: Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, el pintor Alejandro Obregón, el artista Orlando Rivera, apodado "Figurita", el industrial Julio Mario Santodomingo y el crítico Germán Vargas, entre otros. En realidad, todo el mundo cabía en La Cueva, a partir de las 6 p.m. para tomar ron, whisky y cerveza. Y dialogar sobre libros.
José Félix Fuenmayor, con un vaso de whisky en la mano, hablaba acerca de la maestría en el tratamiento de los temas, enseñaba a no caer en lo folclórico y en descubrir, para la narración, lo esencial, así lo esencial asuma la forma de un simple detalle.
Fue un poeta precoz, publicando a los 25 años un libro de versos, Musa del trópico, que incluía traducciones del francés y del italiano. Fundó el periódico El Liberal que dirigió por varios años. Animó las revistas Mundial y La Semana Ilustrada. En 1928 publicó la novela Cosme, elogiada por los escritores colombianos más célebres del momento. Ese mismo año dio a luz su cuento fantástico Una triste aventura de catorce sabios.
En 1967 aparece su libro de cuentos, La muerte en la calle, en las ediciones Papel Sobrante de Medellín. Esta obra también fue editada por el Insituto Colombiano de Cultura, la Editorial Sudamericana de Buenos Aires y por la Casa de las Américas, de la Habana, Cuba. Son estos cuentos, precisamente, los que influyeron desde el punto de vista narrativo sobre la formación de los autores del grupo.
Gabriel García Márquez compara la técnica de escribir cuentos de Fuenmayor con la de Rulfo: "Ambos tienen en común la manera única de contar cualquier cosa, hablada o escrita, con una naturalidad que no tenía nada que ver con el naturalismo, y que por lo mismo tenía algo de sobrenatural".
Una de sus obras es “Las brujas del viejo Críspulo”.
LAS BRUJAS DEL VIEJO CRÍSPULO (fragmento)
No, Don Pepe, brujas como esas de que usted me da noticia no las tenemos por aquí. Las brujas de nosotros no se empandillan por hacer daños en los sembrados; tampoco se juntan en montonera chillando y dando brinquitos de bailarinas. Y no faltaba más, que se enfiestaran con el Demonio, si hasta le sacan el cuerpo cuando pueden, porque siempre lo tienen detrás. Y no voy a negarle que algunas han echado su monstruo al mundo; pero jure usted que se las cogerían dormidas, pues de voluntad no encontraría una sola el tal Satanás que se le pusiera de candelero. Otra cosa le digo: no saben montar palo de escoba. Y ni hablar de ninguna parecida a esas grandes señoras que usted me cuenta, muy casadas, a quienes sus grandes señores, poco maridos, dejaban solas y encerradas por muchos días; y esperando entraban en comezón, y se volvían lobas de noche para salir a rascarse en las perrerías. Porque acá no se dan de esas. Nuestras brujas no pican de encopetadas ni pecan por picazón. Ni piensan siquiera en tener hombre a la mano. Su vida es un desamparado pasar como el de esas otras que usted me dice de tan humilde condición que dan lugar a que los diablos traperos, recogedores de almas para el Infierno, se equivoquen, cuando ellas mueren, y les ponen el saco recolector en el trasero.
Usted podrá encontrar por ahí unas cuantas mujeres, viejas las más, medio empelechadas y con buena olla al fogón, vendedoras de yerbas milagrosas, oraciones contra maleficios, cocimientos para el amor: no se dejen engañar, esas las echan pero no son. Brujas de verdad, la de la señora Indalecia y la de la señora Encarnación. Le voy a contar sus historias, y no espere que se le pongan los pelos de punta. Sus correrías lo desilusionarán. ¿Qué salen a hacer nuestras brujas? Simplemente a buscar comida.
Primero la de la señora Encarnación. Ella le había dado en alquiler un cuarto en el patio de la casa a una mujer algo joven y bien parecida a quien todas las mañanas le amanecía sentada ante una mesita con hortalizas que ponía a un lado de la calle, junto a la cerca de la casa. Ese era su negocio. De dónde sacaba los rábanos, la lechuga, el ají, la señora Encarnación no lo sabía. Pero una mañana no vió a la mujer en su puesto de costumbre y fue a averiguar qué le pasaba. La llamó desde afuera y ella contestó que empujara la puerta y entrara. Así lo hizo la señora Encarnación y encontró a la mujer acostada en el piso al pie de la cama a donde no pudo subir porque en el último momento le faltaron las fuerzas. Se le veían dos heridas, una en la cabeza y otra en un brazo. Y la mujer confesó que ella era bruja y contó que todas las noches a las doce mudaba su forma en la de una puerca y se iba derecho a La Floresta donde se cultivaban muy buenas hortalizas, comía hasta hartarse y luego robaba las que ponía a la venta en su mesita; pero que la noche anterior el cuidandero la descubrió y la corrió a machete, y se sentía muy triste porque con la mucha sangre que perdió se le había ido la virtud de la brujería; y su preocupación era que, incapacitada para el único trabajo que sabía, le esperaban tiempos de hambre y necesidades. La señora Encarnación le preguntó cómo hacía para cambiarse en puerca y la mujer contestó que decía: "Sin Dios y sin Santa María"." ¿Y qué haces para volver a tu natural?", continuó interrogándola la señora Encarnación. "Digo al revés: Con Dios y con Santa María", respondió la mujer. "Entonces -dijo la señora Encarnación- me está permitido ayudarte y te ayudaré, porque desde ahora quedas con Dios y con Santa María". La señora Encarnación era muy pobre; y con la carga de aquella mujer que se echó encima, su vida de privaciones empeoró más y más. Pero una noche la mujer le dijo, como quien no quiere la cosa: "Ya tengo otra vez mi sangre completa". La señora Encarnación, bajando los ojos, dijo: "Cuídate mejor, no vuelvas a perderla". La señora Encarnación terminó su historia así: Era una excelente mujer. Durante muchos años -Dios me lo perdone- fue el amparo de mi inválida vejez; pero un día no volvió y no sé qué habrá sido de ella.
Ahora, la de la señora Indalecia. Siendo ella muy niña solía pasar y repasar en sus idas y vueltas camino de su escuelita, por frente a la casucha donde vivía sola una viejita que frecuentemente la llamaba y le ofrecía rajas de melón, torrejas de patilla y otras frutas que comía con gusto. Una tardecita, cuando no eran todavía las seis pero el día estaba ya oscuro, pasó como de costumbre la señora Indalecia -que entonces era llamada Indalecita- y la viejita la invitó a entrar un momento. Entró, la viejita la llevó al patio y en su presencia comenzó a desnudarse e iba poniendo la ropa en un matorral. Después le dijo: "Mijita, el favor que te pido es que me cuides mi ropita. Espérame aquí, voy a buscar unas patillas y no tardaré en encontrarlas porque ahora es el tiempo". Enseguida la viejita, toda en cueros, sacó del mismo matorral un garabato y picándose con él una parte que la señora Indalecia no quiso nombrar, se convirtió en zorra y se fue corriendo. La señora Indalecia dice que por un lado salió la zorra y por otro ella disparada y no paró hasta su casa a donde llegó muerta del susto; que jamás volvió a pasar por aquella calle, ni como Indalecita ni como señora Indalecia; y que al fin la viejita fue muerta como zorra, cosa que todo el mundo supo, y sucedió de este modo: una noche Tobías, el muchacho de la rosa del compadre Sóstenes, salió a echarle un vistazo a los sembrados; aunque la luna estaba en menguante alcanzó a ver un animal por los lados del patillar; le tiró con la escopeta y quedó seguro de haberle dado porque lo vio voltearse y caer detrás de un barranquito, pero dejó el cogerlo para cuando aclareará: y a la salida del sol lo que encontró allí fue a la viejita muerta. "Estaba desnuda y con un garabato enganchado en salva sea la parte", dijo la señora Indalecia.
POESÍA:
Luis Carlos López
(Cartagena de Indias, 1883-1950) Poeta colombiano. Llamado popularmente el Tuerto López, a causa de su estrabismo, su obra se sitúa en la órbita del posmodernismo.
Estudió en el Colegio La Esperanza y en la Universidad de Cartagena, donde tuvo que abandonar sus estudios de medicina cuando fue preso durante la guerra de los Mil Días. Simultáneamente recibió cursos de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes. Desde 1901 dirigió la revista literaria Juventud, y luego, en compañía de su hermano José Guillermo, fundó el diario La Unión Comercial; colaboró además en las revistas literariasLíneas y Rojo y Azul. Su obra periodística se caracteriza por su claro compromiso político.
Aunque su carrera diplomática fue breve, se desempeñó como Cónsul de Colombia en Munich (1928) y en Baltimore (1937). Dedicó gran parte de su vida a administrar un almacén que le dejó su padre. Una enfermedad circulatoria le llevó a la tumba, en su natal Cartagena, la ciudad de su caricaturesca poesía.
La inclinación escéptica de López le permitió confeccionar una obra irreverente, a veces anticlerical, siempre realista y sonora, poblada de un alegre grotesco, lleno de ironías, retratos psicológicos y paisajes que muestran el provincianismo colombiano de su tiempo. Su humor posmodernista remite, en parte, a José Asunción Silva. Las influencias que conforman su lírica abarcan desde los clásicos grecolatinos a Voltaire, Nietzsche y Shopenhauer, pasando por los poetas orientales.
Con un lenguaje travieso y burlesco desde su misma rítmica, su poesía excluye todo idealismo romántico y se ocupa en cambio de lo intrascendente y lo monótono, de la pacatería y del destino cursi, protagonistas, al fin y al cabo, de la vida cotidiana, aceptando y a la vez escamoteando lo trivial. Con su gracia, entre divertida y demoledora, el poeta disuelve lo pomposo y trascendente, ya como estilo, ya como actitud. La introducción de registros carnavalescos (la fiesta, el juego, la burla) muestra una escritura que prefiere el malabarismo de tinte malicioso y la desacralización como maniobra del lenguaje.
Parte de su producción no llegó a ver la luz en vida, pero sus méritos fueron reconocidos por poetas contemporáneos como Miguel de Unamuno, Gerardo Diego, Rubén Darío y Vicente Huidobro. En Madrid publicó De mi Villorrio (1908), Posturas difíciles (1909),Varios a varios (1910) y, más tarde, Por el atajo(Cartagena, 1920). Reeditado en varias ocasiones entre 1956 y 1985, la Biblioteca Ayacucho recogió posteriormente la totalidad de su Obra poética (1994).
Uno de sus poemas es:
LOS QUE LLEGARON DE PARIS
“¿No es verdad, paloma mía,
Que están respirando amor”
José Zorrilla
Ceñido flux de pederasta, flor
fragante en el ojal,
mostachos agresivos de tenor
y muy agudo el ángulo facial.
Y la novia, la falda de color
mimoso, azul lilial,
cabellos de un rubor
de lacre, una actitud sentimental
y ojos de liebre. - Gastan el placer
de levantar – unido el canotier
con la chistera en forma de bacín-
la polvareda de la exhibición,
requiriéndose con
frases de almíbar y de pepermín.
Que están respirando amor”
José Zorrilla
Ceñido flux de pederasta, flor
fragante en el ojal,
mostachos agresivos de tenor
y muy agudo el ángulo facial.
Y la novia, la falda de color
mimoso, azul lilial,
cabellos de un rubor
de lacre, una actitud sentimental
y ojos de liebre. - Gastan el placer
de levantar – unido el canotier
con la chistera en forma de bacín-
la polvareda de la exhibición,
requiriéndose con
frases de almíbar y de pepermín.
2 Meira Delmar
Olga Chams Eljach, poeta colombiana nacida en Barranquilla en 1921, es hija de padres oriundos de Líbano, Medio Oriente.
Desde 1937, cuando le publicaron sus primeros poemas en la revista Vanidades de La Habana, la poeta adoptó el seudónimo de Meira Delmar.
Estudió en el Conservatorio Pedro Biava de su ciudad natal, en el cual fue luego profesora de Historia del Arte y Literatura,
materias que había cursado en Roma.
materias que había cursado en Roma.
La Universidad del Atlántico le confirió el doctorado Honoris Causa en Letras, es miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua y dirigió por muchos años la Biblioteca Pública del Atlántico.
Su poesía, caracterizada por una dulce sensualidad, está contenida en los siguientes libros:
«Alba del olvido», «Sitio del amor», «Verdad del sueño», «Secreta isla», «Reencuentro», «Laud memorioso», «Huésped sin sombra», «Alguien pasa» y «Viaje al ayer», entre otros.
«Alba del olvido», «Sitio del amor», «Verdad del sueño», «Secreta isla», «Reencuentro», «Laud memorioso», «Huésped sin sombra», «Alguien pasa» y «Viaje al ayer», entre otros.
Falleció en Marzo de 2009.
Entre sus poemas está:
El milagro
Pienso en ti.
La tarde,
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.
no es una tarde más;
es el recuerdo
de aquella otra, azul,
en que se hizo
el amor en nosotros
como un día
la luz en las tinieblas.
Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,
la estrella, el perfume
del jazmín más cercano,
menos
punzantes las espinas,
Ahora,
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.
al evocarla creo
haber sido testigo
de un milagro.
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